Fundación DENAES, para la Defensa de la Nación Española

miércoles, 9 de febrero de 2011

Federar para disolver España

En las últimas semanas, y desde diversas posiciones ideológicas que van desde un impreciso liberalismo a la socialdemocracia, pasando por posiciones vaga o abiertamente separatistas, ha arreciado la propuesta de transformar a España en un estado federal, asunto que aflora de tiempo en tiempo dada la inestabilidad territorial de la Nación. El punto álgido de este movimiento, se alcanzó el pasado domingo, en la reunión que el PSOE mantuvo en Zaragoza y en la que, al parecer forzado por el PSC se trató de estos asuntos.

La conclusión a la que llegó este cónclave de barones, es que el Estado de las Autonomías, debe ser reforzado, en la búsqueda de «generar una cultura federal de colaboración basada en la multilateralidad como mecanismo habitual de relación», con la salvedad de algunos asuntos, ignotos todavía, que se tratarían de forma «bilateral» con el Estado.

Como se observa, la doctrina de la bilateralidad recogida en el Estatuto de Cataluña y apoyada por los jueces de cuota del Tribunal Constitucional, ha calado hondo en los socialdemócratas, que aprecian en la palabra federal, un agradable sonido de efectos taumatúrgicos sobre una nación que, gobernada por ellos mayoritariamente durante el presente régimen constitucional, ofrece la cifra de paro más alta de sus historia y ha supuesto, por los motivos estructurales en los que ahora insisten, la pérdida de la igualdad de derechos y obligaciones entre españoles, así como una debilidad más allá de sus fronteras que es por todos apreciada.

Federar es toda la solución que ofrece la autodenominada izquierda española, envuelta en su habitual gnosticismo y fiel a algunos de sus lejanos ideólogos —en este punto nos viene a la mente la figura de Pi y Margall— más afectos a la Humanidad que a España, estructura política que no es, dadas estas coordenadas de aromas krausistas, sino un obstáculo para poner en marcha iniciativas más elevadas, tal es el proyecto de la Alianza de Civilizaciones con el que sueña Rodríguez Zapatero.

Bajo el melódico federalismo, en el fondo un verdadero confederacionalismo, sin embargo, y dada la realidad política española, se esconden, como es sabido, otros intereses. No se trata, pues, de solucionar deficiencias del sistema autonómico, sino de abrir la puerta a la implantación definitiva de las llamadas nacionalidades históricas, que quedarían aún más reforzadas junto antes de la federación. Pues para federar, es imprescindible, en un estado unitario como el español, romper para luego reunir. Y en ese momento de ruptura, muchos de los objetivos, abiertamente antiespañoles, cristalizarían, para incorporarse en una asimétrica, plurinacional y plurilingüe federación ante la que Denaes no puede sino mostrar su más firme oposición.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA

3 comentarios:

  1. Hola a todos, soy Juan Manuel Hernández. Perdón por la extensión, pero necesito soltar lo que llevo dentro, y este parece un buen foro. Como parece que es muy largo, intentaré hacerlo en dos partes.

    Pienso que federar es unir comunidades políticamente independientes que desean establecer un ámbito común de decisión política, y que forman una nueva nación -en el sentido político-: un nuevo estado soberano. Un estado federal se convierte en el depositario y guardian de la soberanía y, por tanto, en una nueva nación en el sentido político y ciudadano del término -por cierto, sentido "indiscutido e indiscutible", lo que no debe confundirse con que el término nación posee una rica polisemia...pero cada uno de sus significados está bastante claro...-.

    Los estados federales son normalmente sólidos, mucho más unitarios, en cierto sentido esencial, que el nuestro. Y es difícil encontrar en ellos problemas identitarios o nacionalismos periféricos. Al contrario que en nuestra sufrida España.

    La mayoría de los estados federales actuan interna y externamente con una cohesión y unidad comunitaria envidiables. Y, salvo el caso Belga, no conozco ninguno donde en alguno de sus territorios con la denominación política que se quiera - "lander", estado...- medren oligarquías políticamente relevantes que se autoproclamen como "nación".

    Federar para separar lo que está unido desde hace siglos es un disparate. Máxime si parte de apuestas partidistas y presión de ciertas minorías y no de una demanda social generalizada.

    ...

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  2. ...Y hablar de bilateralidad entre gobiernos regionales y el Estado español, es salir claramente del marco de la primera Constitución consensuada y digna plenamente de tal nombre que hemos tenido los españoles en toda nuestra dura historia: la vigente de 1978. Es un inmenso error y es profundamente antidemocrático porque supone una grave agresión al diseño jurídico-político nacido del ejercicio de la soberanía del pueblo español en 1978. La Constitución puede cambiarse, pero debe hacerse respetando los sistemas y mayorías previstos en los artículos 167 y 168, dependiendo del caso. Cualquier intento de mutación por vía de hechos consumados o con torpísimos golpes de mano legislativos como el "Estatut" es una traición a toda la Nación.

    Las Comunidades Autónomas son parte de España: gobiernos regionales que ejercen sus competencias en el marco de una delegación del Estado. Aquí la incuria, la dejadez y la debilidad del Estado central han sido suicidas. No merece la pena hablar más de esto. Una Comunidad Autónoma no puede prohibir -no creo que tenga capacidad para ello- una actividad émpresarial lícita en todo el resto del Estado, como la fiesta de los Toros; no puede negarse a acatar las resoluciones de los tribunales; y no se puede consentir que continue ejerciendo las competencias de educación si se comprueba que está educando a sus jóvenes en la indiferencia y hasta el rechazo a su Nación. Es increíble que un español no pueda educarse en una parte de España en su lengua común, que además es la lengua oficial del Estado y que tiene derecho a usar según la Constitución-y eso incluye la educación-.

    Hace tiempo que se han rebasado sobradamente los límites de la sensatez y que una necesaria y beneficiosa descentralización se ha convertido en un proceso de descomposición o disolución nacional.

    Pedir un poco de buen sentido -y de paso de sentido del Estado y del Ordenamiento- a nuestros líderes políticos, gestores de esta oligarquía de partidos que ahora es España, parece a estas alturas, cuando menos, de una ingenuidad que ya casi todos hemos perdido.

    Así que sólo queda desahogarse un poco, en algún espacio como este, como yo hago ahora, con la triste certeza de que nuestra vieja, diversa, puñetera y hermosa nación, España -Hispania, Spaniya, Espanya, Espanna- sigue doliéndonos dentro como siempre. Como a Costa, como a Unamuno o como a Celaya y Blas de Otero. Y de que los españoles no aprendemos nada de nuestros frecuentes tropiezos y menos aún, absurdamente, de nuestros -a veces impresionantes- éxitos colectivos.

    Y es que, aunque no lo sepan, en el sentido más difícil y problemático del término, Arzallus, Carod, Mas y compañía son más profundamente españoles que la Virgen del Pilar.

    Disculpas por la extensión. No volveré a abusar así de vuestra paciencia. Un abrazo para todos los que aman a su Nación.

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  3. En efecto: lo más grave de todo este asunto es que están saltándose la ley que ellos mismos dicen seguir. Todo con el beneplácito de un gobierno de la Nación Española que comete alta traición y lleva así siete años.

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