Fundación DENAES, para la Defensa de la Nación Española

viernes, 18 de marzo de 2011

La «desgracia» de Godall

Anteyer fueron noticia las desafortunadas declaraciones de Alfons Godall, vicepresidente del Fútbol Club Barcelona durante la época de Joan Laporta, en las que comparaba la «desgracia» que sufren los catalanes por pertenecer a España, con el desastre que está sufriendo Japón por el terremoto que recientemente ha devastado el país del sol naciente. «Los catalanes somos unos ciudadanos castigados por la desgracia y la injusticia históricas», pues «el destino y la desdicha nos han llevado a tener que ser españoles y sufrir las consecuencias», ha afirmado Godall.

Y en efecto, el nacionalismo catalán desde siempre ha considerado una «injusticia histórica» el haber sido sometido a una «cárcel de pueblos» llamada España, en la que Cataluña ha de cohabitar con unos seres humanos en inferioridad racial, con los españoles «mesetarios», causantes a su juicio de la decadencia de España durante el siglo XIX. Como nos cuenta el profesor Francisco Caja en su libro La raza Catalana: El núcleo doctrinal del catalanismo, publicado en Encuentro el pasado 2009, los separatistas catalanes siempre consideraron «la raza catalana» como más «europea», cuyo destino histórico es imperar en España y revitalizarla. Por ejemplo, el nacionalista catalán Pompeyo Gener ya afirmó en 1900 que los catalanes eran «arios» (al contrario de los de «La Meseta», los «del otro lado del Ebro»), por lo que debían ser ellos quienes dirigieran una España decadente a causa del predominio de lo que consideraban una raza mesetaria inferior.

Claro que Godall no habla simplemente de imperar sobre una España que considera inferior, sino que los propios catalanes pueden librarse de «la pesada carga» que supone estar presos de España: «nosotros lo podemos resolver», afirmó; resolución que no es otra que la independencia respecto a España. Las declaraciones de Godall se convierten así en un acto de desafección hacia la patria; desafección muy habitual en sus tiempos de vicepresidente del Fútbol Club Barcelona, manifestada con la reivindicación de los denominados «Países Catalanes» (que incluyen toda la franja mediterránea de España) en los prolegómenos de los partidos jugados en el estadio del Fútbol Club Barcelona, o bien con el apoyo a organizaciones separatistas catalanas, como Esait, que fueron instigadoras de los abucheos al Himno Nacional Español y al Rey de España de parte de aficionados azulgranas en la Final de la Copa de Su Majestad el Rey del año 2009.

Y es que, en sus delirios independentistas, los separatistas catalanes no sólo desean liberarse de la «desgracia» de pertenecer a España, sino de paso expoliar un fragmento mayor de la patria común e indivisible de todos los españoles, bajo la forma de «Países Catalanes», sumando a Cataluña toda la franja mediterránea de España. Algo reivindicado en forma de «Imperialismo Catalán» desde las Bases de Manresa de 1892 enunciadas por Prat de la Riba y Francisco Cambó, en las que ya se formulaba como aspiración la inmersión lingüística actualmente practicada desde la Generalidad de Cataluña, para imponer el idioma catalán como único en Cataluña, pese a ser una minucia en comparación con una lengua universal como el español. Sería así un «país» con lengua propia que, pese a la «desgracia histórica» que le supone formar parte de la Nación Española, no duda en aprovechar las ventajas de todo tipo que le reporta esa pertenencia.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA

jueves, 10 de marzo de 2011

Ilegalizaciones sortutarras

La aparición en el escaparate electoral de la candidatura hispanófoba Sortu, ha vuelto a poner de relieve la ausencia, en el parlamento español, de una doctrina sólida a la que acogerse cuando se pretende ejercer un patriotismo basado en razones y ajeno a ramplones argumentos emanados de las vísceras o el sentimentalismo. A diario, en las telepantallas, y en torno a las listas de Sortu, se desgranan los más alambicados argumentos, siempre en aras de obtener la convergencia con el pensamiento políticamente correcto.

En suma, y como único requisito exigido para la legalización de tal partido, un gran espectro de la clase política cuyas ideas son amplificadas por los medios de comunicación afines, exige al colectivo proetarra la renuncia al uso de la violencia, pues, al parecer, cualquier idea se puede defender en ausencia de tales métodos, pudiendo recurrirse al no menos violento verbo, aun cuando ese verbo pretenda, desde la caja de resonancia de las instituciones españolas, destruir España.

A esta cuestión hemos de añadir la sospecha que gravita sobre tal formación, según la cual, ésta no sería sino un señuelo que desviara la atención hacia la verdadera maniobra orquestada por los secesionistas: colarse en las instituciones políticas incorporando sus miembros a las listas del partido Eusko Alkartasuna.

Sea como fuere, repetimos, la llamada clase política española acusa una debilidad en cuanto a sus principios que, unida a las eventualidades de la aritmética electoral, permite crecer a estas facciones más o menos contaminadas.

En este sentido, en el de los principios, Denaes publicó en 2008 un corpus: En defensa de España. Razones para el patriotismo español, donde se señala la contradicción consistente en permitir la existencia legal, dentro de la propia Nación Española, de partidos políticos y organizaciones en cuyas bases programáticas se declara abiertamente la intención de destruir la Nación Española. Así, la desobediencia civil en España toma forma antiespañola, «canalizada a través de los partidos secesionistas, infiltrados institucionalmente en el cuerpo político español» y conduce por «el camino de la divergencia y la secesión», como señala En defensa de España en su página 149.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA.

jueves, 3 de marzo de 2011

El Marqués de Del Bosque, Español Ejemplar

El día 4 de febrero de 2011, Don Vicente del Bosque González fue nombrado I Marqués de Del Bosque, junto al premio Nobel Mario Vargas Llosa, el ex magistrado del Tribunal Constitucional Aurelio Menéndez y el empresario Villar Mir.

Su nombramiento vino dado por, en palabras de S. M. Don Juan Carlos I: «la gran dedicación al deporte español y la contribución de don Vicente del Bosque González al fomento de los valores deportivos, merece ser reconocida de manera especial, por lo que, queriendo demostrarle mi Real aprecio, vengo en otorgarle el título de Marqués de Del Bosque, para sí y sus sucesores, de acuerdo con la legislación nobiliaria española». Días más tarde, el jueves 24 de febrero, don Vicente recibía el Premio «Español Ejemplar», en la Categoría de Deporte.

Ambos galardones no son sino la prueba palpable de las conexiones existentes, especialmente en las sociedades capitalistas desarrolladas como la española, entre deporte y política. En efecto, la trayectoria de Del Bosque, primero como jugador —vistiendo, por cierto, la camiseta de la selección nacional de fútbol—, y después como seleccionador que ha logrado conducir al equipo nacional a la consecución del Mundial de Fútbol, le ha otorgado este título antes reservado para los que, en otro campo, el de batalla, se distinguían en sus servicios a la Corona, a la nación histórica española que pasó, por medio de la revolución que dio como fruto la Constitución de Cádiz, a convertirse en una nación política en la cual se mantuvieron dichos títulos nobiliarios.

En el caso de Del Bosque, el éxito deportivo sirvió para que en toda España, muchedumbres nada acomplejadas, exhibieran con orgullo las banderas españolas, para consternación de las facciones hispanófobas que la Nación consiente y aún financia. Cumpliéndose así las palabras que el seleccionador pronunció al recibir el premio entregado por DENAES.

El éxito deportivo se produjo precisamente ante Holanda, nación surgida de los Países Bajos que pertenecieran a la Monarquía Hispánica, donde comenzará a adquirir vigor la Leyenda Negra que aún atenaza a muchos españoles, aplastados por complejos históricos sin fundamento. La nación de los tulipanes, que se viste en los campos de juego con el color naranja de uno de sus fundadores, Guillermo de Orange, rinde tributo a esta figura histórica que tanto hizo por dañar la imagen de España en su tiempo.

Vaya, por lo tanto, desde aquí nuestra felicitación al nuevo Marqués, con la esperanza de que sus éxitos hayan servido para fortalecer un patriotismo que ha de ejercerse con la mayor carga de razón posible, una razón que ha de ir acompañada de la trituración de dañinos mitos como los que integran la aludida Leyenda Negra, y que han de ser superados del mismo modo que lo fue Holanda en el campo, en una batalla deportiva que ha procurado a su estratega un merecido título nobiliario.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA.

martes, 22 de febrero de 2011

Sus indoctas señorías se pliegan a la toponimia del nacionalismo vasco

Con la única oposición del PP y Unión Progreso y Democracia, los diputados españoles han decidido que los topónimos en español desaparezcan de las provincias vascas, es decir, Euskadi, neologismo que se debe al talento del primero carlista, después nacionalista y siempre hispanófobo, Sabino Arana Goiri, fundador del PNV y padre del nacionalismo vasco del cual saldrían, con el tiempo, los a veces asesinos a veces hombres de paz, que integran ETA. Así pues, las tres provincias del País Vasco, pasan a llamarse, por decisión de sus indoctas señorías: Araba/Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, en una curiosa ortografía que admite letras griegas como la k y destierra a la españolista v.

La iniciativa, extravagante y antiespañola, no constituye novedad alguna, pues en otras ocasiones, y a veces con el apoyo del PP que ahora, con acierto, se opone a tal desatino, se han tomado decisiones que han propiciado la existencia oficial, por la que se rigen numerosos leguleyos, de denominaciones como: A Coruña, Ourense, Girona, Lleida e Illes Balears.

Los argumentos para esta democrática toma de decisión, han sido los previsibles: Los del PNV, han apelado al agravio comparativo con respecto a las regiones mencionadas. País Vasco, Euskadi o, ¿por qué no?, Euskal Herria, no va a ser menos que Galicia o Galiza, que Cataluña o Catalunya. La petición, como es lógico, ha encontrado, al margen del apoyo de un PSOE ávido de apoyos y rendido a los postulados secesionistas, el voto favorable y previsible de ERC, grupo que por boca de Jordi Xuclá, manifestó esa cantinela falsa y reiterativa según la cual el Estado –no España, palabra tabú para estos enemigos de la Nación- "avanza en el reconocimiento de su carácter plurilingüístico y plurinacional".

A estos despropósitos se sumó Gaspar Llamazares, quien no tuvo empacho en mostrar su rechazo a la "castellanización a ultranza" que, según él, ha dado lugar a diversas "traducciones ridículas". Ignora el sexista y progresista don Gaspar, que hace tan solo unos días, la nueva inquilina de la Real Academia, doña Inés Fernández-Álvarez, primer filólogo hembra de la institución, manifestó en su discurso de ingreso, que el español no puede identificarse sin más con el castellano... Pero, ¿qué puede importarle ese pequeño detalle a quien pretende, nada menos que liberar a los pueblos de España?

Desde DENAES no podemos sino pronunciarnos de forma rotunda, más rotunda que la de aquellos que no han mostrado un criterio firme en este asunto. Las ciudades de la Nación Española, deben seguirse llamando en español, y así nos conduciremos en el futuro. No hallará el lector despropósitos de este tipo en una Fundación cuyos patrióticos objetivos no admiten peajes ni componendas.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Con o sin las armas

La cuestión de la ETA, desde un punto de vista teórico, no tiene mucha enjundia; es, simplemente, la práctica del asesinato como medio para conseguir la secesión de las provincias vascas y Navarra del resto de España. Esto, claro es, en cuanto que los mismos etarras consideran que sólo una amenaza tan grave como es el asesinato reiterado de ciudadanos españoles, puede quebrar la moral de un Gobierno como para que este vea prudente «sentarse a negociar».

Ahora bien, si los representantes del Estado «bajan el listón» de su amedrentamiento, puede suceder que los asesinos no tengan que asesinar a ningún español más, puesto que la mera amenaza de «volver a las armas» será suficiente para que aquellos se «sienten a negociar». Este, y no otro, es el significado de la tregua. Por eso, atención, no hay que hablar de «tregua-trampa», puesto que todo tregua anunciada por una banda terrrorista, en sí misma, supone la vuelta a reanudar la actividad criminal de no obtenerse los objetivos por los que se asesina.

Y cumplido este paso, «sentarse a negociar» puede incluso significar sentarse definitivamente, o sea, instalándose en un parlamento a través de lo que se conoce como «brazo político». Ahora, los asesinos podrán empezar a ser reconocidos por las gentes ingenuas, como meros asesinos «en potencia», de tal suerte que su conversión en asesinos «en acto» sólo vendría por la negativa del Estado a aceptar que su “brazo político” participe en una elecciones.

La falacia es conocida. Se llama de la «falsa causa»: post hoc, ergo propter hoc. Y como en toda falacia, lo que se está escamoteando es el nexo causal real entre un fenómeno (ilegalización del partido cómplice) y el otro (asesinar); ese nexo causal, insistimos, es la secesión de España. De esta corrupción lógica proviene uno de los insultos más graves y escandolosos que se pueda verter contra todo aquel que no abriga esperanza alguna acerca de las «virtudes» del diálogo, sea este en privado, o en el mismo parlamento, a saber, que acaso le interese que ETA vuelva a asesinar.

Pues bien, los españoles tenemos un Gobierno que no sabe por qué asesina la ETA, y si lo sabe, le da igual. Cree, estúpidamente, que los «asesinos en potencia» se pueden quedar en ese estado, aletargados, en virtud de la democracia; no sabe, o le da igual, que lo que importa no es tanto acabar con ETA como con cualquier organización que defienda su mismo objetivo final. Y tanto da si es con las armas o sin ellas.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Federar para disolver España

En las últimas semanas, y desde diversas posiciones ideológicas que van desde un impreciso liberalismo a la socialdemocracia, pasando por posiciones vaga o abiertamente separatistas, ha arreciado la propuesta de transformar a España en un estado federal, asunto que aflora de tiempo en tiempo dada la inestabilidad territorial de la Nación. El punto álgido de este movimiento, se alcanzó el pasado domingo, en la reunión que el PSOE mantuvo en Zaragoza y en la que, al parecer forzado por el PSC se trató de estos asuntos.

La conclusión a la que llegó este cónclave de barones, es que el Estado de las Autonomías, debe ser reforzado, en la búsqueda de «generar una cultura federal de colaboración basada en la multilateralidad como mecanismo habitual de relación», con la salvedad de algunos asuntos, ignotos todavía, que se tratarían de forma «bilateral» con el Estado.

Como se observa, la doctrina de la bilateralidad recogida en el Estatuto de Cataluña y apoyada por los jueces de cuota del Tribunal Constitucional, ha calado hondo en los socialdemócratas, que aprecian en la palabra federal, un agradable sonido de efectos taumatúrgicos sobre una nación que, gobernada por ellos mayoritariamente durante el presente régimen constitucional, ofrece la cifra de paro más alta de sus historia y ha supuesto, por los motivos estructurales en los que ahora insisten, la pérdida de la igualdad de derechos y obligaciones entre españoles, así como una debilidad más allá de sus fronteras que es por todos apreciada.

Federar es toda la solución que ofrece la autodenominada izquierda española, envuelta en su habitual gnosticismo y fiel a algunos de sus lejanos ideólogos —en este punto nos viene a la mente la figura de Pi y Margall— más afectos a la Humanidad que a España, estructura política que no es, dadas estas coordenadas de aromas krausistas, sino un obstáculo para poner en marcha iniciativas más elevadas, tal es el proyecto de la Alianza de Civilizaciones con el que sueña Rodríguez Zapatero.

Bajo el melódico federalismo, en el fondo un verdadero confederacionalismo, sin embargo, y dada la realidad política española, se esconden, como es sabido, otros intereses. No se trata, pues, de solucionar deficiencias del sistema autonómico, sino de abrir la puerta a la implantación definitiva de las llamadas nacionalidades históricas, que quedarían aún más reforzadas junto antes de la federación. Pues para federar, es imprescindible, en un estado unitario como el español, romper para luego reunir. Y en ese momento de ruptura, muchos de los objetivos, abiertamente antiespañoles, cristalizarían, para incorporarse en una asimétrica, plurinacional y plurilingüe federación ante la que Denaes no puede sino mostrar su más firme oposición.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA